Los ojos son los otros damnificados por el uso de las mascarillas



El uso continuado de mascarillas ha incrementado la incidencia del ojo seco, convirtiéndose en una consulta frecuente en la farmacia, donde también se ha detectado un aumento de los orzuelos y blefaritis.


La pandemia del coronavirus ha traído nuevos problemas para la salud, algunos muy graves y otros no tanto pero que son molestos para el día a día. Así, la mascarilla, ese artículo que hace poco más de un año se veía como una excentricidad asiática, se ha convertido en una inseparable compañera porque proporciona una protección valiosa contra el SARS-CoV-2, pero a la vez su uso prolongado puede asociarse con algunos trastornos, siendo los más conocidos los cutáneos debido al roce en las zonas de presión. Ahora bien, también puede haber consecuencias en los ojos, que se han convertido en los otros grandes damnificados por el uso de este producto sanitario.


De hecho, farmacéuticos y oftalmólogos han detectado un repunte durante la pandemia de una patología ocular que ya es muy prevalente, como es el ojo seco. Este trastorno se produce por cambios en la cantidad y la calidad de las lágrimas y afecta en condiciones normales a entre el 15% y el 30% de la población. 


Las mascarillas se han sumado a la larga lista de posibles agentes desencadenantes de este problema ocular, como ciertas infecciones, el uso de lentes de contacto, el envejecimiento, la exposición excesiva a las pantallas de visualización, el tabaco, el aire acondicionado o la calefacción. Y es que la mascarilla dirige el aire que se exhala hacia los ojos: “El flujo de aire rompe la lágrima y la evapora; es lo mismo que si te soplan en el ojo todo el tiempo”, describe gráficamente la oftalmóloga del Hospital Vithas Vigo, Yerena Muiños, quien también pone el acento en el aumento de los orzuelos, sobre todo en niños, y de los chalazios: “He operado este año más chalazios que en todos los anteriores”.


La eliminación de aire que sale por la parte superior de la mascarilla aumenta la temperatura, estimula la evaporación del componente acuoso de la lágrima y al mismo tiempo propicia una mayor concentración del componente graso. “Puede aparecer, así, la sintomatología de la sequedad ocular y, por otra parte, el aumento del componente graso puede originar complicaciones con las glándulas de Meibomio, que son las encargadas de la producción de la grasa, y de ahí la aparición de los orzuelos y de las alteraciones de la piel periocular y el borde de los párpados”, explica el vocal de Óptica del Colegio de Farmacéuticos de Pontevedra, Francisco Coello.


Más pacientes con blefaritis

De hecho, en los últimos meses Yerena Muiños ha tratado en su consulta a más pacientes que padecen blefaritis, la inflamación de los párpados que normalmente afecta a ambos ojos: “Normalmente es una condición rara pero se ha agravado como consecuencia del aumento de la temperatura”.


Las personas con problemas previos de sequedad ocular deben estar alerta, así como las que tienen la piel seca y/o atópica, según Coello, aunque otros factores a tener en cuenta son las condiciones del entorno, tanto en el domicilio como en el lugar de trabajo, y algunos medicamentos que reducen la secreción lagrimal.


Otro factor de riesgo puede ser utilizar lentes de contacto con la mascarilla: “La lentilla reposa sobre la lágrima que está encima de la córnea y, si esa capa de lágrima está deficiente debido a la mascarilla, no está confortable”, avisa la vocal nacional de Óptica y Acústica del Consejo General de Colegios Farmacéuticos, María Isabel de Andrés.


Lágrimas artificiales, primera opción

Las lágrimas artificiales representan la primera medida para mitigar y prevenir la enfermedad del ojo seco, si bien hay que estudiar cada caso. Yerena Muiños aconseja que se dispensen sin miedo: “Las lágrimas no tienen ningún riesgo; se pueden poner varias veces al día”. Es más, la oftalmóloga las recomienda especialmente para las personas que trabajan delante del ordenador porque disminuye la cantidad de veces que parpadean.


Coello considera que la administración reiterada de lágrimas artificiales está indicada cuando el problema se manifiesta de forma continua. “Mejor usarlas solo a demanda. Debemos pensar que la mejor lágrima sin duda alguna es la natural y tampoco es cuestión de hacer su trabajo impidiendo en el ojo la necesidad de solicitar su producción natural”.


El recambio frecuente de mascarilla puede ayudar en la prevención de las dolencias oculares asociadas a su utilización: “Los farmacéuticos debemos insistir en ello, no solo por la efectividad del filtro frente al contagio por coronavirus, sino también para evitar este tipo de problemas”.


Dispositivos móviles

Es importante también ser precavidos en el consumo de tiempo ante las pantallas digitales. La pandemia ha provocado el abuso de los dispositivos móviles y ha aumentado el trabajo con un estado acomodativo del ojo mantenido para la visión cercana. “Se está observando un ligero aumento de la miopía en la población, lo que puede estar relacionado con este modo de vida”, apunta Coello. La vocal de Óptica del Consejo General coincide con esta advertencia: “La falta de parpadeo desgasta la película de la lágrima, provocando ojo seco y modificando la graduación”.


Desde la farmacia hay que asesorar a los pacientes para que descansen a menudo los ojos mientras utilizan las pantallas: “Hay que decirles que se acuerden de parpadear y que cada 20 minutos descansen mirando al infinito”, señala De Andrés. No se trata solo de otear a lo lejos sino de enfocar lo que se mira.


Existen más alternativas para combatir la sequedad ocular. De hecho, un buen consejo a pie de mostrador es limitar el uso de lentes de contacto así como evitar movimientos de aire, la exposición a vapores irritantes, aires acondicionados, ventiladores y factores ambientales como corrientes de aire y contaminación. Además, hay que tener cuidado con lacas o perfumes que puedan alcanzar los ojos.


Según los expertos consultados, tampoco se deben perder de vista los factores nutricionales y dietéticos. Se ha demostrado que los ácidos grasos omega 3 mejoran la calidad de la lágrima, ya que reducen su evaporación, alargan su retención y tienen un efecto antinflamatorio, por lo que también son muy beneficiosos en condiciones como la blefaritis. La fuente natural de omega 3 son los pescados como el salmón, las sardinas, el arenque y el bacalao, pero también existen suplementos que podrían administrarse en determinadas situaciones.


Otro elemento útil son las gafas solares cerradas por los laterales, porque ayudan a conseguir en el globo ocular un microclima más húmedo y se elude la molestia solar.


En cuanto a la prevención de los orzuelos, Muiños recomienda lavar el borde y la base de las pestañas con toallitas de higiene oftalmológica, además de hidratar el ojo con las lágrimas artificiales.


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Por otro lado, es muy común que las gafas se empañen con el uso de las mascarillas debido al aire liberado por la parte superior. “Es un problema que parece poco importante, pero que no hay que menospreciar, puesto que produce una disminución de la visión que puede dar lugar a caídas, sobre todo en la gente mayor”, advierte Coello.


Algunos remedios son utilizar un tipo de mascarillas que cierren bien por la parte superior y sellar con la cinta adaptadora del borde superior. Mejor si se puede apoyar el aro de la gafa por encima de la mascarilla. 


También se puede separar un poco la gafa de la cara pero no demasiado porque se podría variar la posición del foco de la potencia dióptrica de las lentes lo suficiente como para complicar la calidad visual, aunque no suele haber dificultades con las graduaciones medias y bajas. Las gamuzas antivaho y los geles limpiadores antivaho pueden ser resolutivos en algunos casos.


Menos conjuntivitis víricas

Pero las medidas adoptadas para evitar el contagio por el SARS-CoV-2, como la mascarilla y la limpieza de manos frecuente, han propiciado también algunos efectos positivos para la salud visual, como una menor incidencia de las conjuntivitis víricas. “Este año no he visto ninguna, lo que nos indica lo importante que es no tocarse los ojos”, enfatiza Muiños.


No obstante, Coello recuerda que existen otros tipos de conjuntivitis, como las irritativas y las alérgicas, que incluso podrían aumentar debido a los componentes de los tejidos o los geles.


¿Qué hay que preguntar?

¿Para quién es el producto? ¿Cuáles son los síntomas? ¿Cuánto tiempo lleva padeciéndolos? ¿Ha hecho algo para aliviarlos?¿Ha utilizado algún tipo de lágrima artificial? ¿Cuál? ¿Toma algún medicamento? ¿Presenta ojo rojo con pérdida de agudeza visual o dolor? ¿Utiliza lentes de contacto? ¿Padece enfermedades oculares que requieran tratamiento crónico? ¿Pasa muchas horas delante del ordenador? ¿En su hogar o lugar de trabajo hay aire acondicionado o calefacción intensa? ¿Es fumador? ¿Qué hábitos dietéticos tiene? Estas son las preguntas que el farmacéutico debe hacer para identificar las causas de la sequedad ocular y poder actuar recomendando hábitos higiénicos, dispensando productos sanitarios que no requieren prescripción médica o derivando al especialista, según el protocolo realizado por el Consejo General de COF.


Los síntomas de ojo seco abarcan desde la sensación de quemazón o incomodidad, sequedad, picazón en los ojos y pesadez en los párpados hasta ojos fatigados o doloridos, rojos, fotofobia o visión borrosa. No obstante, el más frecuente es la sensación de cuerpo extraño o de tener arenita en la superficie del ojo. Aunque parezca paradójico, los ojos llorosos pueden ser síntoma de sequedad ocular. La razón es que la sequedad de la superficie ocular puede hiperestimular la producción refleja del componente acuoso como mecanismo de protección, pero esa película lagrimal no permanece lo suficiente como para corregir la sequedad. Los síntomas se pueden medir de manera objetiva a través de una serie de cuestionarios disponibles, como los de McMonnies, Ocular Surface Disease Index y Dry.


¿Y cuándo derivar al médico? Según el protocolo del Consejo, cuando se trate de un paciente de menos de 6 años o con enfermedad ocular crónica, si existe dolor ocular intenso, duración de los síntomas más de siete días, cuando estos no remiten pasadas 48 horas, si hay secreciones purulentas, legaña u ojo pegado, visión borrosa que no desaparece y cuando hay alteración de la visión o cuerpo extraño que no desaparece tras el uso de lágrimas artificiales o baño oftalmológico.



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