Nueve claves para controlar la migraña



Entender los síntomas y evitar ciertos hábitos y alimentos puede ayudar a reducir las crisis.

Dolor intenso en un lado de la cabeza, náuseas, vómitos o sensibilidad a los ruidos y a la luz. Quienes la padecen ya saben de qué estamos hablando. Son los síntomas de la migraña, una enfermedad que afecta a más de cinco millones de españoles, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Una dolencia que puede llegar a incapacitar a quien la sufre y que supone uno de los principales motivos de absentismo laboral en nuestro país.

Aunque común, todavía es una gran desconocida para gran parte de la población, ya que quien no la padece no consigue comprender hasta qué punto puede llegar a ser dolorosa. Pero, ¿a qué se debe este trastorno? Aunque no se conoce la causa exacta, tal y como apunta el doctor Julio Maset, médico de Cinfa, “se piensa que quienes padecen este problema tienen un cerebro especialmente reactivo”. “Sus neuronas, hiperactivas y muy sensibles, envían impulsos a los vasos sanguíneos, lo que provoca su estrechamiento y posterior dilatación. Estos cambios, que afectan también a los tejidos que rodean a los vasos sanguíneos, liberan sustancias que generan dolor”, explica el experto.

Con los cambios hormonales propios de la pubertad aparecen los primeros síntomas y entre los 30 y 40 años, tal y como explica el doctor Maset, se registra el mayor número de casos. A partir de los 40-50, disminuye, “probablemente relacionado con la aparición de la menopausia”, avanza. De hecho, las mujeres son más propensas a sufrir migraña, llegando incluso a detectarse “el doble o triple” de casos que en los hombres.

Influencia de las hormonas

La causa de esta diferencia no está del todo clara, pero tal y como apunta el especialista se cree que puede estar relacionada “con el papel que los estrógenos, una de las hormonas naturales femeninas, juegan como sensibilizantes de la migraña”. Esta influencia es tal que durante la menstruación se producen con más frecuencia los episodios de migraña, mientras que se reducen durante el embarazo y con la menopausia. Algunos datos apuntan a que los estrógenos inciden de forma sensibilizante en el nervio trigémino, uno de los desencadenantes de la migraña.

Junto al factor hormonal, también hay cierto componente hereditario que provoca que las migrañas sean más frecuentes cuando las sufren los progenitores. “En la actualidad, se están estudiando los mecanismos genéticos involucrados y empezamos a comprender las posibles claves relacionadas con estos factores genéticos, pero aún no se conoce la causa de esta herencia”, apunta el experto de Cinfa.

No obstante, a pesar de todos estos condicionantes, quienes la sufren pueden seguir una serie de consejos que minimicen los efectos de la migraña o, al menos, reduzcan la frecuencia con la que esta aparece.

Acudir al médico. La migraña puede tratarse y moderarse. Si el número de crisis o la intensidad del dolor aumentan, es recomendable acudir al especialista para seguir un tratamiento.

Saber reconocer los desencadenantes. Aunque hay una serie de parámetros comunes, los síntomas varían en función de las personas. Cada paciente debe aprender a identificarlos con ayuda de un especialista. Conviene analizar si la migraña surge después de una exposición a algún ruido, luz u olor intenso, o tras comer algún alimento.

Elaborar un calendario de cefaleas. Conviene anotar la fecha de las crisis de dolor de cabeza, junto con otros datos, como la intensidad y su repercusión en las actividades de la vida diaria, síntomas acompañantes, medicamentos y dosis empleadas. Toda esta información será de gran utilidad para el médico a la hora de hacer un diagnóstico.

Controlar la alimentación. Seguir una dieta variada y equilibrada es siempre saludable, pero las personas con migraña deben intentar evitar los alimentos que les afectan, como el chocolate, la leche, el queso curado o el vino, al igual que el alcohol en general. También es importante mantener una rutina, haciendo las comidas a la misma hora y en cantidades similares.

Mantener horarios regulares de sueño. Las variaciones en los patrones de sueño pueden ser también responsables de las crisis de migraña, por lo que conviene seguir unos horarios lo más regulares posibles y, además, dormir al menos siete u ocho horas diarias.

Evitar el estrés. La ansiedad que producen determinadas situaciones personales o laborales es también un probable desencadenante, por lo que se debe tratar de mantener la calma ante las complicaciones. Es recomendable practicar deporte o ejercicios de relajación.

Aislarse en un lugar tranquilo. Los lugares ruidosos u olores penetrantes pueden desencadenar las crisis. Cuando comienza una es recomendable tumbarse en la cama o en el sofá, a oscuras y sin ruidos.

Controlar la respiración. Se puede mitigar el dolor con una respiración lenta y profunda. Concentrarse en la respiración puede ayudar a alejar la atención del dolor de cabeza.

Seguir una prescripción médica. Hay que tomar los medicamentos recetados por el médico. De hecho, ingerir demasiados analgésicos o antinflamatorios puede provocar cefaleas de rebote.

Desencadenantes

Hay muchas situaciones y sustancias que pueden desencadenar las crisis de migraña. Algunos de ellos son el alcohol, el tabaco, los cambios hormonales, los anticonceptivos orales, los olores fuertes, los cambios meteorológicos y de altitud bruscos, el ejercicio físico o el estrés. Además, hay una lista de alimentos que pueden potenciarlo: el chocolate, los lácteos, los cacahuetes, la sacarosa, la tiramina (presente en el vino rojo, el queso curado o el pescado ahumado), los nitratos de carnes como el tocino y el salami y el glutamato monosódico (GMS), un aditivo presente en la comida china y en algunos snacks salados.

Tratamiento

Tras el diagnóstico médico, tal y como recuerda el doctor Julio Maset, el tratamiento prescrito suele estar dirigido a mitigar los síntomas con analgésicos y antinflamatorios. No obstante, el especialista de Cinfa incide en que “el mejor tratamiento es la prevención”, por lo que aconseja prestar atención a los síntomas y a los desencadenantes para evitar las crisis en la medida de lo posible.

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