Los cambios bruscos de temperatura por el aire acondicionado provocan dilatación capilar mientras que el sol, con protección, ayuda.
Las temperaturas extremas y los cambios bruscos, algo frecuente en verano, repercuten negativamente en la rosácea, según la Fundación Piel Sana de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV). La dilatación de capilares superficiales de la cara (manifestados en eritemas o rojeces) “empeoran con el calor, que genera sofocos y, por extensión, vasodilatación”, explica a CF Jaime Piquero, de la clínica dermatológica Dermik, en Barcelona. Por ello, teniendo en cuenta que el diagnóstico se realiza en base a la historia del paciente y un examen físico, afirma que el verano podría ser el momento idóneo para su identificación.
¿Y qué ocurre con el sol? ¿Es bueno? Según Piquero, “una exposición solar moderada, utilizando cremas solares, mejora la rosácea, gracias al potencial inmunosupresor y antinflamatorio de la radiación ultravioleta”. Ahora bien, la acción del sol “puede provocar manchas residuales si hay lesiones inflamatorias”, advierte.
Miguel Sánchez Viera, director médico del Instituto de Dermatología Integral, en Madrid, recuerda que la rosácea es una enfermedad dermatológica crónica que afecta al 5,5% de los españoles, aunque sólo el 1% está diagnosticado. Este hecho supone la ausencia de tratamiento y, en consecuencia, el desarrollo descontrolado de la sintomatología.
Desconocimiento
La principal causa del infradiagnóstico de esta enfermedad es, en gran medida, el desconocimiento de los síntomas e incluso la ignorancia de la propia patología por parte de los pacientes y de algunos médicos.
Para arrojar un poco de luz, el dermatólogo insiste en que el enrojecimiento facial, las arañas vasculares (telangiectasias), los granos inflamados (parecidos a los del acné), la sequedad de la piel y los edemas son algunos de los síntomas más comunes. Este cuadro clínico aparece mediante brotes espontáneos y en la zona de la cara, principalmente.
“La rosácea se asemeja mucho a otras enfermedades, pero cada una tiene un síntoma identitario. En el acné, por ejemplo, la lesión característica es el comedón o punto negro”, defiende Piquero. En el caso de la rosácea, “la clave está en la telangiectasia”.
Estigma social
Además de la clínica de la enfermedad, los expertos no se olvidan del impacto emocional que este trastorno tiene sobre quienes lo sufren. No es infrecuente que a los pacientes se les acuse de no cuidar su imagen e higiene (por la aparición de los granos y por tener la piel seca y roja) o de ser personas bebedoras (por la presencia de las arañas vasculares). Este estigma, indica Sánchez Viera, “se traduce en que el 90% de pacientes ven afectada su autoestima”.
Otro dato que llama la atención es que más del 40% de los afectados ha evitado en algún momento la interacción social por motivos de la enfermedad, según datos de la Sociedad Americana de Rosácea, y, además, en casos severos, es habitual que los pacientes tengan problemas en sus relaciones profesionales.
En la farmacia
Preguntados por cómo puede ayudar el farmacéutico a este colectivo, Sánchez Viera sostiene que “puede ayudar a identificar el problema y recomendar la visita a un dermatólogo”. También puede “valorar la conveniencia del uso de cosméticos específicos para disminuir el uso de medicamentos en los casos leves”, indica Piquero.
Y como la educación sanitaria es parte de su trabajo, menciona la idoneidad de “hacer campañas de educación para favorecer la salud de la comunidad y dar a conocer la enfermedad”. Esta labor es especialmente importante, teniendo en cuenta que, debido a la dificultad de su identificación y su carácter intermitente, muchos pacientes recurren a remedios caseros o tratamientos enfocados a mitigar un único síntoma y, para ello, buscan información por internet. Entre los más usados se encuentran las infusiones con manzanilla, la dilución del vinagre de manzana, masajes con aceite de oliva, el pepino y el aceite de árbol de té. Sánchez Viera los desaconseja porque “puede haber un empeoramiento de los brotes” por no estar avalado científicamente.
Tratamiento de la rosácea
Al ser una enfermedad crónica, el tratamiento de la rosácea tiene como finalidad el control de los síntomas. Existen diferentes tratamientos que reducen los brotes y logran espaciarlos cada vez más en el tiempo. Como informa la Fundación Piel Sana en su página web, entre los tópicos, destacan “los antibióticos (metronidazol, clindamicina y eritromicina), la permetrina tópica para casos refractarios y los agonistas alfadrérgicos, que actúan sobre el eritema difuso persistente”. Otras terapias pasan por administrar, por vía oral, “antibióticos, isotretinoína y sulfonas, estos últimos sólo en pacientes seleccionados”.
Por otra parte, la fundación también menciona los láseres vasculares o IPL/I2PL, “que destruyen los vasos sanguíneos, produciendo con ello, una disminución del enrojecimiento”.
Según Sánchez Viera, la luz pulsada intensa y la terapia biofotónica “son efectivos para los brotes e incluso tienen acción preventiva”.